Había una vez, letras que querían ser cuento. Sí, ostentar haber salido de la pluma de un buen escritor y luego viajar por el mundo pabonéandose en las salas de reuniones de las altas élites. Allí donde se fuma el mejor tabaco y se bebe el mejor vino.
Aquellas letras tenían todos los colores: A veces negras, a veces azules, incluso blancas si el ánimo lo ameritaba.
Que no digo mentiras! Yo las vi bailar alegremente al son de un buen tango, un buen bolero y una polca. Tan locas estaban.
Asesinas! Habían letras asesinas y ellas se encargaron de dañar tan buen momento: Algunas se convirtieron en gritos, otras en absurdos silencios.