A veces hace falta

abril 15, 2010

A veces hace falta renegar y sentir que la humanidad da vergüenza, que la sociedad está enferma y que uno puede ser lo que quiera menos el psicoanalista del otro.

A veces hace falta dormir de más, comer por gula, sentir que se odia a quien se dice querer. A veces. A veces hace falta sentarse solo en el parque, dejar que se caiga el helado, que la mirada esté perdida en la nada, ir a un sitio porque sí, callar, otras escuchar. A veces hace falta detenerse a ver pasar el tiempo.

A veces vale la pena confrontarnos, a veces no queda más que darle lágrimas a la nada. A veces hace falta confiar, creer, dar crédito a la palabra del otro. A veces hace falta fregarse. A veces hace falta dejar de hacerse películas.

A veces hace falta vivir!


Para los que estamos llenos de ausencias

mayo 13, 2009

Para los que estamos llenos de ausencias ofrezco mucho para leer y mucho para escribir. Les pongo sobre la mesa un día que comienze a las 4 de la mañana (con hermoso amanecer garantizado) y que termine a eso de las 12:30 de la noche.

Además, para los que estamos llenos de ausencias también ofrezco proyectos aquí y allá dándoles la garantía de que solo se encontrarán con personas buenas.

Me adueño del viento y también se los brindo porque a mí ya no me sirve: Solo me trae el recuerdo de quien fue y ahora no es. Todo el susurra la voz que ya no oigo y dibuja el rostro que ya no veo.

Claro, y si a los que estamos llenos de ausencias también se les antoja un poquito de esperanza… pues que vuelvan la semana entrante!


Caminantes

marzo 19, 2009

Ayer vi a los caminantes: a los indiferentes, los miedosos, los valientes, los cansados, los enamorados, y los desahuciados.

Ví como sus pasos se convertían en fino polvo al contacto con el inmediato y fugaz presente. Descubrí que a la mayoría el pasado no le servía de nada.

Aún no terminaba de observarlos y el futuro ya se apropiaba de aquel presente, ahora convertido en pasado, mostrándole a cada cual las consecuencias de sus actos.

Continué contemplando el futuro,  hasta el instante en el que la muerte decidió cambiar el camino de los indiferentes, los miedosos, los valientes, los cansados, los enamorados, y los desahuciados.


Lloremos por los vivos, no por los muertos

enero 25, 2009

Sé que mi hermana está en la tumba de un pequeño cementerio, pero no conozco su rostro: Las circunstancias terminaron por no permitirle salir triunfante del vientre de mi madre para contarle a la oscuridad que la había vencido.

Sí, por aquella época de la violencia en La Loma, la vida quería abrirse campo en mi casa… Pero plum, quien debía venir con vida, terminó por nacer muerta.

Nunca escribí su nombre y ahora casi siete años después, discúlpen la crudeza, no creo que hacerlo cause efecto.

Lloremos por los vivos, no por los muertos; me han dicho muchas veces… La Frase que antes sonaba a bla bla por blaaaaaaaaaa, hoy adquiere significado: No lloremos por los muertos, lloremos por los vivos que parecen estar muertos.


La pelota

enero 13, 2009

«La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo»  (Dylan Thomas).

Una buena frase para estos días en los que nos cuesta retornar a la rutina diaria.


Cuando caiga la tarde

noviembre 26, 2008

Cuando caiga la tarde dejaré de pensar en usted.

Solo cuando caiga la tarde renunciaré a eso que nunca perdí. Disculparé sus errores y los míos. Comprenderé al fin que yo no tengo que «armarme» líos por usted, ni usted por mí.

¡Sí! Cuando el cielo no sea ni día ni noche, me atreveré a aceptar que -a usted ayer- se le ocurrió la grandísima idea de no esperar a que yo le contestara el telefóno.


Penélope

septiembre 11, 2008

El caballero miraba a través de la noche y con cada sombra se preguntaba si era realmente ella la que venía.

El caballero espero 10, 20 minutos, una hora; y palideció al percatarse de que ella nunca vendría. Que tan solo era un recuerdo, que nunca más le contestaría el teléfono, que sus ojos negros no brillarían más con la prontitud de su llegada, que sus palabras tontas e infantiles (esas que no le gustaban) no retumbarían más en sus oídos… Y hasta la empezó a extrañar por primera vez.

Aquel ser siguió mirando la noche, tomando café y esperando a que llegara Manolo, el gato torpe que siempre le acompañaba. Allí, parado al pie de la ventana, dejó escapar su último suspiro.

La noche lo llevó por un camino que llegaba hasta una luna llena y mientras saltaba de estrella en estrella se le olvidó que en su mano había una taza de café, la dejó caer, y se desplomó de una forma inexplicable que solo fue el anuncio de que había llegado a un agujero negro llamado soledad. Último sitio al que debía ir para olvidarse de que aquella misma mañana lo habían dejado sentado en la banca de un pequeño parque, con un enorme ramo de flores en su mano y un recuerdo vivo llamado Penélope.